Pensamiento suicida

14 CAROLINA SANTILLÁN Y LUZ DE LOURDES EGUILUZ instrumentación, es decir, hasta saber cómo se va a llevar a cabo la acción para que sea más efectiva, y de qué manera esto puede derivar en un intento suicida, que puede conducir a la muerte. Explicar este comportamiento no ha sido fácil. Uno de los primeros en hacer observaciones acerca de la conducta suicida fue el sociólogo Émile Durkheim, quien en 1897 clasificó el suicidio en diferentes tipos, de acuerdo con las causas que lo generan. Su libro El suicidio (traducido al castellano, 1986) se convirtió en un referente histórico dentro de las ciencias sociales. Este relato de las muertes por suicidio es una aproximación sumamente útil para entender de qué manera las personas muestran factores de riesgo individuales, pero sin olvidar que pertenecen a un sistema social que facilita o eleva la probabilidad de que las conductas suicidas se presenten. Durkheim inicia su libro describiendo lo que para él es el suicidio; él lo define como “todo caso de muerte que resulte directa o indirectamente de un acto, positivo o negativo, realizado, por la víctima misma, a sabiendas de que iba a producir ese resultado” (Durkheim, p. 11). Considera que la condición determinante de los fenómenos sociales puede encontrarse en las formas y los tipos de asociación en las que se encuentran involucrados los individuos. El autor estudia los conceptos de integración y regulación, de manera que al comparar el nivel educativo y la religiosidad de las personas encuentra patrones parecidos, en los que un alto nivel educativo está más asociado a la prevalencia de conductas suicidas, mientras que la correlación es negativa cuando hay un bajo nivel educativo. La religión se presenta como un factor protector, pues hay evidencia de que las personas más religiosas suelen cometer menos suicidios que las que no lo son. Durkheim también describe lo que él llamó “suicidio egoísta”, el cual corresponde a aquellas personas que tienen un bajo nivel de integración con los grupos sociales. En cambio, las personas que tienen altos niveles de integración podrían presentar lo que él llama “suicidio altruista”. Por otro lado, las personas que tienen un alto nivel de regulación presentarían un “suicidio fatalista”, mientras que aquellas que tienen un bajo nivel de regulación entrarían en la categoría de “suicidio anómico”. Estos conceptos referidos a los diferentes tipos de suicidio se recuperan cuando se trabaja con la visión sistémica, en la cual se estudia a las personas dentro de su sistema familiar. En algunas familias los altos niveles de regulación hacen difícil la diferenciación entre sus integrantes; en ellas, las reglas son estrictas y sumamente rígidas, impidiendo que la persona ejerza su autonomía y provocándole una sensación constante de estar encerrada o

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